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“Disfruta la vida, es muy breve” nos decían
nuestros abuelos cuando éramos niños, advirtiéndonos de que el tiempo pasa muy veloz cuando
envejeces. Una extraña paradoja que no comprendes hasta que los
experimentas por ti mismo.
Obviamente
un minuto dura lo mismo cuando eres niño que cuando eres anciano, es nuestra percepción sobre el tiempo la que
cambia. Un fenómeno curioso que podemos ralentizar si logramos
comprenderlo.
El tiempo relativo
Existen
varias teorías sobre el por qué del paso del tiempo y su velocidad relativa. Una
de las más conocidas es la del filósofo Paul Janet, quien postula que percibimos el tiempo de manera relativa en
relación con el tiempo total que hemos vivido.
Es
decir, como niños una hora parece un eternidad, porque esa fracción de tiempo es
una porción muy grande de nuestra corta vida. Sin embargo como adultos esa misma
hora es un grano de arena en un mar de tiempo.
Otra
teoría interesante es la que nos habla de la rutina contra la experiencia.Según Willians James el cerebro valora y archiva las experiencias
novedosas otorgándoles importancia y la infancia está llena de ellas: nuestro
primer día de colegio, el primer beso, el primer examen…
Sin
embargo la vida de los adultos cuenta con
menos experiencias memorables y por ello entramos en un bucle
donde la rutina se adueña de la
percepción del tiempo haciendo que los días parezcan iguales. Las
semanas se suavizan y los años se vuelven huecos, solo siendo capaces de
recordar un puñado de situaciones novedosas.
David Eagleman señala además
que es culpa del piloto automático de
nuestro cerebro,ese que toma el control en la rutina haciendo que el
tiempo pase sin darnos cuenta. En cambio cuando salimos de la zona de confort,
nuestro cerebro debe actuar de forma
plena y consciente ante la novedad haciendo que el tiempo pase más
despacio.
El estrés, un poderoso acelerador del
tiempo
La
rutina aplana los días, pero el estrés
definitivamente lo acelera. ¿Por qué? Es fácil,cuanto más estresados estamos menos conscientes
somos de lo que ocurre a nuestro alrededor.
Nuestra
mente solo está concentrada en los problemas, las angustias, las preocupaciones,
perdiéndose la vida y la creación de nuevos momentos memorables. Es por eso que
el tiempo parece volar.
Cómo recuperar el control del
tiempo
En
este punto comprenderás que la mejor solución para recuperar el control del
tiempo es vivir de forma
consciente, obligando a nuestro cerebro a localizarse en el momento presente.
Es
una especie de meditación, nada esotérica ni religiosa, simplemente una forma
de apagar el modo automático, retirar el
foco del futuro incierto y recuperar el ahora.
¿Qué
estamos lavando los platos? Concéntrate en ello, en la espuma, en lo que sientes
a través de los dedos, y piensa en lo que haces. Es un ejemplo tonto, pero lo
mismo sucede un viaje, una salida con amigos, o nuestro aniversario… Si logramos estar presentes al 100% en esas
situaciones será más fácil hacer que nuestro cerebro las considere
memorables.
Para
lograr vivir en el presente hay varias cosas que podemos hacer, una de ellas
esolvidarte de los horarios durante el
tiempo libre. Eso no quiere decir que no organices tus obligaciones y
cumplas con ellas, sino que separes éstas de tu ocio, disfrutando de él a plena
consciencia.
Yo
suelo planear una rutina matinal en la que incluyo el trabajo y las obligaciones
de la casa. Al final del día, me alejo del ordenador y procuro relajarme un
poco. Una actividad de ocio, un encuentro con amigos, sin horarios fijos, solo
viviendo el momento.
La
segunda forma de hacer que el tiempo fluya despacio y se viva en plenitud es la
de incluir nuevos momentos memorables en
nuestro cerebro. La búsqueda de nuevas experiencias, de primeras
veces.
Sal
de tu zona de confort, e intenta decir
“si” más a menudo. Sí a un viaje, sí a una fiesta, sí a un día de
montañismo. Prueba a aprender cosas, apúntate a actividades, prueba una comida
desconocida, visita un museo, haz cosas que no hayas hecho nunca. Puede dar algo
de pereza, pero casi nadie que se abre a una nueva experiencia se arrepiente de
haberlo probado. Son las cosas que no
hicimos las que siempre nos atormentan.
Al
principio me costó algo de esfuerzo pero en este año y a consecuencia de esta
forma de vivir, he salido en numerosas ocasiones de mi zona de confort y
considero que esto me ha hecho crecer como persona. Hoy hago de profesor de
español en una ONG con inmigrantes y refugiados sirios, he participado en una
mesa redonda de juventud, escribo sobre mi vida, me inicie en programación
neurolinguistica, he sido guía turístico en mi ciudad, hice trekking por primera
vez, he asistido a un concierto de música de un artista que no conocía y ahora
me encanta, y muchas cosas más. Cosas que
hasta ahora no había hecho nunca y que ahora me hacen sentir que este último año
ha sido largo y completo.
“Es
sorprendente la cantidad de experiencias nuevas que se presentan a lo largo del
día simplemente con prestar algo de atención”.
Thorin Klosowski
Somos cambio, somos aprendizaje
Si
vivimos con plena consciencia y llenamos nuestra vida de nuevas experiencias,
aprendemos mucho de todo lo que nos rodea y esto inevitablemente nos cambia.
Piensa
en cuanto tenías 10 años. Es posible que parezca que ha pasado una eternidad
pero ¿por qué? Una de las razones por la que tu infancia parece tan lejana es
porque has cambiado mucho. Tu yo de ahora nada tiene que ver con lo que aquel
niño sabía de la vida.
De
igual modo y si consigues crecer a nivel personal, tu yo del futuro echará la
vista atrás y comprobará cómo has cambiado a base de sumar experiencias por el
camino. Viviendo con plenitud, evitando
que el tiempo “vuele”.
fuente/selenitaconsciente.com
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