¿Por qué algunos contenidos se viralizan
en Internet y muchos otros no? ¿Cuáles son los requisitos para que esto suceda y
que nos sugieren sobre el imaginario colectivo?
La atención humana, la tuya y la mía,
jamás había estado tan cotizada como hasta ahora. La cantidad de estímulos
luchando por ella es inédita: millones de contenidos que se distribuyen a través
de millones de plataformas, vía múltiples formatos y medios, claman por que les
dediques al menos un par de minutos. Y en medio de esta lasaña multimediática,
de pronto aparecen vídeos, notas, fotos o audios que, por razones aparentemente
inexplicables, se “viralizan”y coptan una buena porción de la atención
mundial.
Si bien los grandes productores de
contenido y, en particular, la fauna marketingera, persigue con vehemencia los
contenidos potencialmente virales (cuánto me cobras por viralizar este video,
preguntan), es poco probable que exista, como tal, una fórmula precisa para
producir contenidos que vayan a compartirse frenéticamente y queden impresos en
ese intercambio masivo de información casual que se registra diariamente en la
Red.
Pero también resulta destacable que hay
sitios, redactores, editores, o productoras, que parecen haber hallado al menos
parte del secreto –o eso sugiere su alto porcentaje de efectividad en cuanto a
generación de contenidos híper-compartibles. Como ejemplo de esto último tenemos
a Neetzan Zimmerman, uno de los editores del célebre blog Gawker, y quien se
caracteriza por acumular mensualmente millones de vistas alrededor de sus notas.
Además de casos como el de Zimmerman, existen muchos sitios que optan por
“buzzfeedizarse”, armando contenidos fáciles, principalmente listas, sobre temas
“masivamente” sensibles, y con ello generan tráficos
considerables.
Tratando de descifrar está “piedra
angular” de la atención contemporánea, se han llevado a cabo diversos estudios
ciberconductuales y lo que la mayoría de ellos concluye que parte de la clave,
al menos el núcleo de esta, se encuentra en el aspecto emocional. Aparentemente
aquellos contenidos que son capaces de detonar emociones entre los usuarios, son
mucho más propensos a ser compartidos. Y si estas emociones son positivas,
entonces las probabilidades aumentan todavía más.
>En noviembre de 2013 se publicó un estudio llamado Computers in Human Behavior, el cual expuso a 256 voluntarios a vídeos de la Red. La muestra total se dividió en tres grupos, al primero se le presentó un video asociado a emociones positivas (que por cierto se había vitalizado en YouTube), al segundo uno asociado a emociones negativas y al tercero uno emocionalmente neutral. Cuándo se cuestionó a los participantes sobre si considerarían compartir, vía digital, el video, el primer grupo se mostró significativamente más dispuesto a hacerlo. En un lejano segundo se ubicó el segundo grupo, y finalmente aquel video neutral demostró ser, por mucho, el menos “compartible”. Durante un segundo experimento, los investigadores obtuvieron resultados muy similares.
Tomando en cuentas las conclusiones de este estudio, y luego de revisar o recordar cuáles son los contenidos que circulan con mayor euforia, queda claro que la “emocionalidad” es uno de los ingredientes fundamentales para propulsar una potencial viralización. Y aquí viene una serie de preguntas, a mi juicio, interesantes ¿el hecho de que ciertos contenidos busquen, explícitamente, apelar a nuestras emociones nos hace predecibles o particularmente manipulables? ¿nuestras emociones nos hacen vulnerables ante el marketingeo de contenido digital? y un paso más allá: que nos dice sobre nuestra emocionalidad el hecho de que pueda ser fácilmente detonada por video de tiernos cachorritos jugando, borrachos auto-ridiculizándose, o coreografías etno-pop a ritmos pegajosos?
No tengo respuesta a ninguna de las anteriores preguntas, pero considero que como usuarios responsables y como seres conscientes –o al menos observadores–, valdría la pena dedicarles unos instantes antes de seguir compartiendo o navegando la Red.
http://sabiens2.blogspot.com
fuente del texto/Pijamasurf
>En noviembre de 2013 se publicó un estudio llamado Computers in Human Behavior, el cual expuso a 256 voluntarios a vídeos de la Red. La muestra total se dividió en tres grupos, al primero se le presentó un video asociado a emociones positivas (que por cierto se había vitalizado en YouTube), al segundo uno asociado a emociones negativas y al tercero uno emocionalmente neutral. Cuándo se cuestionó a los participantes sobre si considerarían compartir, vía digital, el video, el primer grupo se mostró significativamente más dispuesto a hacerlo. En un lejano segundo se ubicó el segundo grupo, y finalmente aquel video neutral demostró ser, por mucho, el menos “compartible”. Durante un segundo experimento, los investigadores obtuvieron resultados muy similares.
Tomando en cuentas las conclusiones de este estudio, y luego de revisar o recordar cuáles son los contenidos que circulan con mayor euforia, queda claro que la “emocionalidad” es uno de los ingredientes fundamentales para propulsar una potencial viralización. Y aquí viene una serie de preguntas, a mi juicio, interesantes ¿el hecho de que ciertos contenidos busquen, explícitamente, apelar a nuestras emociones nos hace predecibles o particularmente manipulables? ¿nuestras emociones nos hacen vulnerables ante el marketingeo de contenido digital? y un paso más allá: que nos dice sobre nuestra emocionalidad el hecho de que pueda ser fácilmente detonada por video de tiernos cachorritos jugando, borrachos auto-ridiculizándose, o coreografías etno-pop a ritmos pegajosos?
No tengo respuesta a ninguna de las anteriores preguntas, pero considero que como usuarios responsables y como seres conscientes –o al menos observadores–, valdría la pena dedicarles unos instantes antes de seguir compartiendo o navegando la Red.
http://sabiens2.blogspot.com
fuente del texto/Pijamasurf
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