España ya no puede celebrar el Día del Trabajo,
pues, de los 38,2 millones de personas en edad de trabajar, el número de
desempleados (6,2 millones) e inactivos (15,4
millones) supera ampliamente el de ocupados(16,6 millones). Por
tanto, el primero de mayo se puede decir que es el Día del Desempleo, o de la
Inactividad.
La acción política, fruto de la fiebre
desregulatoria que inician los seguidores de la escuela económica de
oferta a principios de los 80, ha propiciado que el peso del factor trabajo en
las economías occidentales, y en la española en particular, haya disminuido de
forma dramática. Esta reducción del peso del empleo, además, ha venido
acompañada por la apropiación de rentas y derechos
laborales logrados, en muchos casos, con grandes sufrimientos por los
trabajadores en una larga historia de lucha sindical. Elmundo laboral en
España encara, probablemente, una nueva
derrota económica y, sobre todo, política tras la
aprobación de la reforma laboral en 2012.
Los aspectos cualitativos nos revelan que
las condiciones laborales han empeoradode forma significativa
en los últimos años como consecuencia de la codicia del factor
capital, que ha mostrado su rostro más duro en el transcurso de la
crisis económica. Ello está llevando a que no se respeten los convenios y
acuerdos ya firmados, y lo que es peor, la tendencia es a que
prácticamente desaparezca la negociación colectiva, salvo en el
sector público y los grandes grupos industriales, que sí aprecian las bondades
de los acuerdos laborales.
El nuevo paradigma del factor trabajo es
claro. Trabajar más horas, plena disposición a trabajar en
cualquier lugar y condición, y reducción continua de salarios,
sin ningún poder de negociación por parte de los trabajadores.
En este viaje se está utilizando la crisis y la reforma laboral
para limpiar plantillas enteras de aquellos colectivos que más
perturban a muchas empresas. Entre ellos, destaca la fuerte salida del mercado
laboral de los mayores de 45 años y, especialmente, los mayores de 50. Hay
entidades financieras, por ejemplo, en cuya plantilla ya no hay ningún
trabajador mayor de 52 años y que anuncian nuevos EREs, dada la facilidad que
ofrece ahora la salida de los trabajadores más antiguos. La excusa de la
baja productividad no se sostiene, ya que está demostrado que la
experiencia y el valor añadido de buena parte de esta fuerza laboral diferencia
a muchas empresas, pero aquí se choca contra este tipo de dogmas que caracteriza
a una buena parte de la empresa en España.
Otro aspecto que se ha impuesto es que
la precariedad y temporalidad ya no son solo factores que
pueden facilitar el acceso al mercado laboral, sino que se han
convertido en la norma y se extienden ya a cualquier tipo de sector,
sin causalidad, hasta el punto de que han pasado a formar parte del ideario
colectivo. Más vale un empleo precario que el desempleo, se repite como
un estribillo, lo cual va minando los escasos puentes que defendían la
dignidad del empleo, tal como la hemos conocido en las últimas décadas. La
potente maquinaria mediática, empresarial y política lanza el mensaje, y la gran
mayoría de ciudadanos va entrando en esta dinámica, reduciendo sus
reivindicacionessalariales y de cualquier tipo y perdiendo en cada
episodio una parte de lo que tanto esfuerzo costó conseguir.
Con todo, y gracias en parte a malas praxis
sindicales y políticas, la defensa del factor trabajo se ha atomizado o
desaparecido, y con ello el futuro se presenta sombrío. Nadie duda de
que ya será imposible volver a cobrar por trabajar en festivos -como ha logrado
El Corte Inglés para todo el convenio del comercio-, así como
tener salarios que permitan algo más que la subsistencia o
jornadas laborales acordes con la dignidad humana. Los resultados son muy
nítidos.
Lo que viene es una
fuerza laboral segmentada, con colectivos (mujeres y hombres de más de
50 años) condenados al desempleo permanente, y una masa de trabajadores jóvenes,
hasta los 34 años, cuyas condiciones laborales y expectativas vitales
seráninfinitamente peores que las de sus padres. Todo ello
conducirá a una sociedad envejecida, con un crecimiento potencial muy bajo y
siempre expuesta a gran variabilidad.Salarios bajos y contenidos,
jornada laboral más largas, negociación colectiva inexistente son las
características que nos acompañarán a futuro. Por ello, hoy más que nunca,
es imprescindible una fuerza sindical y política que pilote un
cambio drástico en las relaciones laborales en España y nos acerque a las
mejores prácticas nórdicas.
[Artículo publicado en El
Mono Político]
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