Cuando el explorador español de Granada, Gonzalo
Jiménez de Quezada llegó a Colombia se sorprendió del gran contraste entre los
indígenas de las playas y los pueblos del interior, entre ellos los
Muiscas, vestidos con finas telas de algodón, conocedores de astronomía
y guiados en su vida cotidiana por un distintivo calendario
lunar.
Al igual que los Incas, Mayas y
Aztecas, un Rey y un Sacerdote supremo imponía a la población bajo su
mando un culto al Sol, con dramáticas escenas de sacrificios humanos en la
culminación de ciertos ciclos lunares.
En otros aspectos, los Muiscas eran grandes
conocedores de la agricultora. Se dedicaban además a la minería de la sal, muy
disputada con sus vecinos, y a la metalurgia con la extracción de oro y piedras
preciosas, elemento codiciado por los conquistadores.
Las leyendas hablan de numerosas tradiciones de
este gran pueblo de Colombia y de su existencia desde “un tiempo remotísimo en
que aún la Luna no acompañaba a la Tierra, en que la meseta de Bogotá estaba
convertida en lago de gran extensión por causa de las inundaciones del río de
Funhzé”, relata el sitio Banrep Cultural.
La historia describe
que Bochica, cuyo nombre significa “hombre
blanco” o también llamado Idacanzas, se abrió paso por las aguas del
lago y reunió a los hombres dispersos para introducirlos al culto del Sol,
similar al de Manco Capac en Perú y al de Quetzalcoatl en México.
Bochica lideró la nación como
sumo sacerdote a la par del Rey Huncahua. La leyenda dice que
vivió 2000 años, tras lo cual sus principales seguidores continuaron con
peregrinaciones por los lugares en que él vivió y visitó.
Se cree que Bochica fue el encargado de
establecer las reglas del calendario que los regían antes de la llegada de los
españoles. Curiosamente a los conquistadores los llamaron “hijos del Sol”,
quizás por su asociación al hombre blanco.
Calendario
Los muiscas creían en un
día divido en cuatro: la salida del Sol hasta el mediodía, el medio día
al atardecer, del atardecer a la noche y de la noche al nuevo día.
Desconocían al igual que los asiáticos la semana
de siete días. En cambio tenían una semana de tres días que se
iniciaba con un día de mercado en Turmequé.
Los meses eran lunares y
el año común o vulgar se componía de 20 lunaciones. En cambio
el año de los sacerdotes consistía en 37
lunas. Zocam era el término que usaban para el calendario anual
y Zunas para el mes lunar.
También contaban con un año rural de 12
lunas entre cada estación lluviosa, al cual el sacerdote le agregaba un
mes lunar llamado “Sordo”, cada ciertos meses para sumar en total 37
- Año común de 20 meses
- Año sacerdotal de 37 meses
- Año rural de 12 meses
Tenían un ciclo de 20 años
sacerdotales, que correspondía a 60 de los solares occidentales. Era
dividido en cuatro ciclos y a cada uno de ellos se le anteponía el nombre que
los caracterizaba. Para guiarse lo escribían en piedras.
De esa manera contaban con el
ciclo hisca, ubchihica, el quihícha hisca y gueta, cada
uno de ellos formado por 185 lunas, equivalentes a 15
años occidentales. Estos ciclos correspondían a las cuatro grandes estaciones
que finalizaban con una gran ceremonia.
En piedras ellos escribían el
nombre del ciclo y los signos correspondientes del año lunar o Zocam y el mes
lunar o Zunas.
Para los meses lunares existían 10 nombres, los
cuales eran además la numeración de los Muiscas, del 1 al 10: Ata (1), Bosa(2),
Mica(3), Muyhica(4), Hisca(5), Ta(6), Cuhupqua(7), Suhuza(8), Aca(9), Ubchihica
(10).
Tanto el Zocam como las zunas recibían uno de
estos nombres progresivamente: zocam ata, zocam bosa, zocam mica y
sucesivamente.
El primer año sacerdotal comenzaba con una zuna
ata. La zuna número 37 era la Cuchupqua por lo que en el segundo año sacerdotal
se iniciaba con la zuna Suhuza.
A su vez cada cuatro años rurales se completaban
36 zunas, por lo que el sacerdote agregaba un mes sordo, sin nombre para
completar el ciclo de 37 e iniciar el cuarto mes rural con la zuna Suhuza al
igual que el inicio del ciclo sacerdotal siguiente.
En una piedra pentagonal los
muiscas anotaron en sus cinco caras laterales a los cinco años sacerdotales de
37 zunas cada uno, descritos con su nombre.
Además anotaron en ella nueve marcas que
corresponden a los años comunes o vulgares, ya que nueve de estos años son
equivalentes a cinco años sacerdotales.
La numeración de los Muiscas era decimal y
llegado al número 10 se anteponía la palabra quihicha o chicha, que corresponde
a 10: chicha ata (11) chicha bosa (12), etc.
A su vez al número 20, se le da el nombre “pie
diez” o sea “quihicha ubchihica”. Para los siguientes números usaban gueta (20)
asaqui (más) ata (1) (21) hasta legar a 30, el cual se describía como la suma de
20 más 10.
El 20 también significó un número importante en
las siguientes numeraciones. De esta estaba el Gue-bosa (dos veces veinte) para
el número cuarenta o gue-mica (tres veces 20 para el número 60).
La cuenta por veintenas se propagó por el
continente americano y fue también usada por los mexicas, los Januros del
Orinoco y los Guaranies de Paraguay.
Historiadores americanos comparan algunas
numeraciones del continente con las usadas por los Vascos y los habitantes de
Armórica, antigua región francesa.
El territorio que ocupaban los Muiscas era la
actual Colombia Central y se extendía por unos 47.000 kilómetros cuadrados. Se
cree que la población migró desde el altiplano entre 5500 y 1000 a.C.
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