miércoles, 18 de enero de 2012

Cuando la investigación se vuelve muy peligrosa

¿Deberían supervisarse las investigaciones sobre los agentes patógenos más letales o infecciosos?

A raíz del pasado mes, en el que las noticias indicaban que los investigadores habían creado una versión de la mortal gripe aviar que se transmite fácilmente por vía aérea, se encendió un acalorado debate en la comunidad científica acerca de si esta investigación debe ser publicada. Sin embargo, algunos expertos están llavando la discusión un paso más allá, y se preguntán si una investigación así debería realizarse.

“¿Por qué se utilizan nuestros impuestos para crear nuevos patógenos pandémicos?”, reclamaba Richard Ebright, bioquímico de la Universidad de Rutgers.
El avance de gripe aviar proviene de dos grupos separados, uno en la Universidad Erasmus en Holanda y el otro en la Universidad de Wisconsin, Madison, que anunciaron que habían convertido con éxito el H5N1 en una forma que puede ser transmitida entre hurones en las gotitas a través del aire. Poco después, el National Science Advisory Board de Bioseguridad, un grupo asesor del gobierno de EE.UU., tomó la inusual medida de pedir a Science magazine que censurara los detalles específicos de la metodología.
Sin embargo, muchos científicos y expertos en seguridad, están cuestionando el valor mismo de tales investigaciones, y se preguntan si la intervención en la etapa de publicación llega ya demasiado tarde.
En la era de Wikileaks y dada la facilidad de publicar cosas en Internet, es poco probable que únicamente excluyendo los datos de Science o Nature se puedan mantener en secreto los detalles por mucho tiempo, aclaraba Randall Larsen, antiguo director ejecutivo de la Comisión del Congreso para la Prevención de la Proliferación de Armas de Destrucción Masiva y Terrorismo.
Para cuando la investigación llegue a la publicación, “el genio ya salió de la botella”.
Los riesgos
El argumento de que dicha investigación debería realizarse pero no se publicarse proviene de la posibilidad, aunque remota, de que grupos con malas intenciones podría deducir cómo hacer de ello un arma biológica mortal. Muchos países tienen programas de armas biológicas, por ejemplo, los cuales están desarrollando patógenos mortales, agregó Larsen. Cuando colapsó la Unión Soviética, Sergei Popov, uno de los jefes del programa de armas genéticas desertó. Mientras interrogaba a Popov, Larsen se enteró de que la Unión Soviética tenían programas activos para transformar en armas enfermedades como la legionolosis, el Ebola, la viruela y el VIH.
Y ahora, conforme la biotecnología sigue avanzando, aunque sea una pequeña posibilidad, pero un determinado grupo terrorista o miembros de un culto apocalíptico, podrían generar un armamento patógeno capaz de hacer mucho daño.
No obstante, algunos científicos señalan que el mayor problema no es el riesgo de diseño de un arma biológica por terroristas, sino simplemente la existencia de tales patógenos. Un escenario más probable, añade Ebright, es que un empleado descontento o desquiciado, voluntariamente libere la viruela o el Ébola, como dice el FBI que ocurrió en 2001 con el susto del ántrax.
Otro temor es la posibilidad de liberación accidental. No todos los países que podrían adquirir estos patógenos siguen unos protocolos de seguridad robustos y una supervisión rigurosa, señalaba D. A. Henderson, médico epidemiólogo que encabezó los esfuerzos para erradicar la viruela. Si bien la Organización Mundial de la Salud emite directrices para la seguridad de los patógenos, cada país puede decidir por sí mismo la forma de regular este tipo de investigación, explicaba el portavoz de la OMS, Gregory Hartl.
Henderson sospecha que la gripe se ha escapado antes del laboratorio, al menos una vez. En 1977, una epidemia de gripe en Rusia tenía características muy similares a la cepa de 1950, y probablemente se originó en un laboratorio de investigación en China o Rusia, añadió, “los detalles se desconocen, pero de repente tuvimos un virus que no habíamos visto desde hacía varios años, que empezó a causar una gran epidemia. Por lo que sabemos era idéntico al que ya había estado en el laboratorio.”
Unos mal entendidos beneficios
Si el problema real, en primera instancia, es la mera existencia de estos agentes patógenos de diseño, ¿por qué ven luz verde estas investigaciones pese a todo? ¿por qué las organizaciones como los Institutos Nacionales de Salud de EE.UU. la financian? Dicho Instituto financió la investigación de la gripe aviar y con los fondos gobernamentales de EE.UU. gran parte de la investigación bio-defensa mundial.
La justificación de tal financiación es, por supuesto, explorar esta virulencia, con el propósito de desarrollar contramedidas a los patógenos, como vacunas y tratamientos. “El argumento es que sabiendo qué se puede hacer proporciona ayuda para su planificación”, explicaba Ebright. Pero la investigación para la gripe, el ébola, la viruela u otras mortales infecciones lo más probable es que no ayude mucho a luchar contra la propagación de enfermedades.
Los virus pueden evolucionar en mutaciones diferentes a los creados en el laboratorio, según Henderson, y el verdadero cuello de botella de la prevención es, precisamente, un sistema lento y anticuado para el desarrollo de vacunas. Por ejemplo, los Estados Unidos utilizan el mismo método para desarrollar vacunas contra la gripe tal y como se hacía hace 50 años, se tarda dos semanas para producir una vacuna, aun cuando se conozca el potencial de mutaciones de un agente patógeno. Si dado el caso, nuestra capacidad de fabricación de vacunas aumentara, tampoco hay sistemas de vigilancia programados que pudieran recoger las primeras señales de una pandemia antes de que se haya extendido.
No todos los científicos piensan que la investigación sobre la virulencia de los patógenos debería aprobarse. Depende del agente patógeno en estudio y de las investigaciones que se hagan, apuntaba el microbiólogo y especialista en enfermedades infecciosas David Relman, que formó parte del grupo de trabajo recomendó la censura de datos de la gripe aviar.
La cuestión es que la mayoría de los científicos están de acuerdo en la necesidad de un proceso de supervisión más completo y estandarizado, para asegurar que los riesgos de la investigación de patógenos no superen los beneficios. Algunos tipos de investigación merecen obviamente una mayor supervisión, y qué proyectos deberían calificarse sigue siendo un asunto de discusión, dice Relman. “Tenemos que llegar a un acuerdo sobre el proceso para decidir cómo trabajar en ello y dónde prestar más atención y hacer un escrutinio más cuidadoso.”

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LAQUINTACOLUMNA